En esta oportunidad, les acercamos un texto de un grande: el maestro Luis Iglesias. Este texto y este autor es parte de la bibliografía del seminario virtual que está finalizando, "Los Niños del Siglo XXI" Es un un texto que nos convoca a reflexionar sobre nuestro rol docente.
Lo compartimos porque creemos que es necesario leer a Iglesias en nuestra formación docente continua, reflexionando sobre lo que dijo hace ya tiempo atrás pero que tanto nos sirve hoy.
Sobre el autor...
Luis Iglesias nació en la provincia de Buenos aires en 1915 y
falleció recientemente. Se desempeñó como maestro único en la escuela Rural Unitaria Nº 11 de
Tristán Suárez, provincia de Buenos Aires durante 20 años y reunió sus experiencia en varios libros,
entre ellos: La escuela rural unitaria, Diario de ruta: los trabajos y los días de un maestro rural,
Didáctica de la libre expresión, entre otros.
El desafío de ser maestro. La responsabilidad de arriesgar.
Si tuviera que definir, en unas pocas palabras, el papel del maestro en la educación, utilizaría las siguientes: movimiento, lucha, cambio, transformación, creación, transmisión. Mi práctica pedagógica tuvo esa intención, se encaminó hacia ese desafío: convertir a la escuela en un lugar donde los chicos y yo no nos sintiéramos sofocados por la coerción y el desaliento. Para que eso suceda, es necesario alejarse de la infinita repetición o acatamiento de lo que ya está. Sólo el riesgo de afrontar nuevos caminos con responsabilidad permite enseñar a pensar. Aprender es aprender a pensar. Por lo tanto, reducir la enseñanza a la mera transmisión de información no hace más que coartar las capacidades intelectuales y creativas de los educadores y los educandos. En definitiva, si maestro y alumno se transformaran en engranajes de una máquina podrán fabricar hombres y mujeres cultos, inteligentes y prestigiosos; pero de esta forma siempre resignarán la posibilidad de formar personas capaces de pensar y crear escuelas nuevas. Y por qué no decirlo: una enseñanza estandarizada y rutinaria claudicará a la posibilidad de crear un mundo nuevo.
Pensar la práctica pedagógica no implica sólo pensar en los niños, es una de las maneras que el maestro tiene para crecer y conocerse a sí mismo. Los caminos que ofrece esta tarea son – por lo general – variados, múltiples, imprevisibles y difíciles. En este sentido, la forma en cómo nos pensamos como docentes, en cómo nos apropiamos de nuestra práctica será definitoria. No hay una concepción pedagógica a la cual hay que amoldarse, y quizás por eso es necesario arriesgar y quizás es también por eso que sea difícil y apasionante. Ser maestro implica, fundamental y esencialmente, ser una persona que piensa, reflexiona y decide. La misión del maestro debe tener, entonces, un sentido humanista y liberador. Son esos condimentos lo que permiten que el educador se encuentre con sus alumnos en los caminos de la expresión, la creatividad y la manifestación de sus vivencias y pensamientos.
La labor del maestro es inevitable e insustituible. No hay sistema, programa ni método que pueda con la imprescindible necesidad de tener un maestro frente a los alumnos. Y es en ese sitio donde debe cumplir, sin excusas, la irrevocable misión de enseñar. Casi está de más decirlo, pero el educador debe ser incontrastablemente eficiente. Esto no significa terminar el programa en los tiempos establecidos, o hacer todo lo que dicen que se debe hacer. Ser eficiente implica hallar o inventar recursos propios e instrumentos que permitan crear las condiciones para enseñar y aprender. Éste es, tal vez, el modo más valiente de buscar esa eficiencia. Porque no hay buenos resultados sólo, con la implementación de recetas que indiquen qué se debe hacer en cada situación o cómo se debe reaccionar ante la eventualidad de lo imprevisible.
El desafío del maestro es buscar la eficiencia en la particularidad de su aula, de sus alumnos de sus adversidades y de sus posibilidades. En el manejo peculiar de estos factores está buena parte de la responsabilidad del maestro, siempre y cuando éste pretenda que su tarea esté empapada de libertad, autonomía y creación. Eso, sin dudad, es concebir a la enseñanza en un camino liberado de restricciones caprichosas y hacerla proclive a una inventiva que busque la eficiencia en el momento de enseñar y de aprender.
Iglesias, Luis F.( 2004 ) Confieso que he enseñado. Editorial Papers Editores. Buenos Aires,