viernes, 12 de agosto de 2016

Compartimos una interesante nota cuyo autor, el Lic. Jorge Fasce, es docente de nuestra Diplomatura en Gestión

ÚLTIMO RECREO (XI)


del libro “Dirigir una escuela. Teoría y ética de una pasión y de un oficio” de Jorge Fasce, 12ntes editores, B.As. 2014.

Dije al principio de este libro: “Allá voy,  a narrar…” porque tenía ganas de hacerlo, porque me gusta narrar, porque lo necesitaba.

Pero uno narra para otros y desea que esos otros también lo hayan disfrutado como le ha pasado a uno haciéndolo.

A mí me gustaría que, a esta altura, mis lectores me dijeran lo que me pidieron unos alumnos allá por 1980: ¿Por qué no nos cuenta un cuento? 

Quiero decir:  me gustaría que me pidieran: - ¿Por qué no sigue narrando? 

Lo que he dicho de ese grupo de alumnos lo conté en un capítulo de “Nosotros educadores” (Miño y Dávila Editores, Bs. As. 1989), llamado “El misterio de la lectura” que a continuación transcribo con la esperanza, reitero, de que los lectores hayan sentido algo similar a aquellos chicos:

En el Colegio Pestalozzi donde trabajé como Director, tuvimos la inmensa suerte de poder realizar una experiencia educativa de altísimo valor formativo: dar clases con los alumnos de los grados superiores en una escuela-hogar situada hacia el sudeste de la provincia de Buenos Aires a 140 km de la capital, durante dos semanas cada año, conviviendo con ellos durante esa quincena.

Una vez tuve que concurrir como maestro de 5º grado. Aún en Buenos Aires, y mientras planificaba las actividades a desarrollar durante la estadía, el docente que tenía a su cargo el área de Ciencias Naturales en los grados superiores y que también enseñaba Aeromodelismo, me sugirió que llevara Juan Salvador Gaviota  para leérselo a los chicos (siempre dedicábamos un ratito del día para reunirnos a leer). Su recomendación se basaba en que era un libro muy apropiado, pues había estado desarrollando la unidad didáctica sobre las aves, y además incluía referencias sobre aerodinámica, tema sobre el cual los chicos estaban muy interesados.

Yo me entusiasmé con la propuesta pues consideraba a Juan Salvador Gaviota una obra maravillosa de la cual tenía recuerdos fascinantes. Busqué el texto en mi biblioteca, recordé los hermosos momentos que había pasado cuando lo leía, lo puse en mi valija y lo saqué en Verónica (así se llama la localidad en la que se halla la escuela-hogar) una fría mañana de junio en la que me había levantado con ganas de leerles algo a los chicos junto al fuego del hogar.

Empecé a leer y comencé a sentirme incómodo: el contenido de la obra, de alto vuelo filosófico era inaccesible para los muchachos y las chicas de 5º grado, y yo mismo no sabía cómo “traducirles” los mensajes que se iban presentando. También caí en la cuenta de que mis conocimientos sobre aerodinámica eran casi nulos, y por lo tanto tampoco “podía sacarle el jugo” a este aspecto del libro.

Pasados unos quince minutos, apuré la lectura a fin de alcanzar algún “punto y aparte" y dije: -Bueno, por hoy suficiente. Mientras pensaba: por hoy y por los quince días; este libro no es para la edad de estos chicos. Algunos me preguntaron: - ¿No lee más? Yo creí apreciar una sensación de alivio en mis alumnos cuando afirmé que por ese día no leería más.

A la mañana siguiente me esperaban junto al hogar: decidí trabajar con algunas dramatizaciones, lo que les encantaba, no fuera a ocurrir que por “salvarse” de la regla de tres simple me pidieran que les leyera Juan Salvador Gaviota (tan inapropiado para ellos).
Un  “¿Cómo, hoy no va a leer?” sacudió mi modorra mañanera sorprendiéndome.
-          No, respondí, prefiero que sigamos mañana  (mañana ya se olvidarían…).
No aceptaron mi propuesta, querían seguir escuchando lo que contaba el libro. Les pregunté: - ¿Acaso les ha gustado? ¿Qué es lo que les atrae? No sabían, no lo podían expresar, yo tampoco me daba cuenta de por qué querían que continuara con la lectura, pero presentí que no era sólo para “salvarse” de las clases habituales. Las dramatizaciones nos hicieron olvidar (después descubriría que sólo transitoriamente) de Juan Salvador.

Al día siguiente, insistieron: - Hoy tiene que seguir con Juan Salvador Gaviota. Con pocas ganas, volví a mi habitación y tomé el texto que había quedado sobre la mesita de luz después de haberlo leído concienzudamente la noche anterior y haber reafirmado una vez más que era inaccesible para esos niños.

La lectura continuó esa mañana y a partir de ese momento no pude dejar de hacerlo un solo día. En cada circunstancia, los chicos escuchaban con atención “religiosa”. Cada vez que yo intentaba dialogar sobe el contenido, sólo dos o tres, Diego y Silvina, quizás Alexis, intervenían y demostraban comprender el mensaje. Sin embargo, en el momento de escuchar, todos denotaban un interés que seguía siendo, para mí, sorprendente.

Cuando llegamos al final, Diego me lo pidió prestado para leerlo “antes de dormir”; cuando terminó de devorárselo en dos noches, se lo pasó a Silvina y ésta a Alexis. Esto no me extrañó demasiado. Pero cuando ya de regreso a Buenos Aires, me lo pidió Gabriela, y después Florencia, y más tarde Sebastián, y Martín … y otro … y otro … ya no entendía nada.

La respuesta a tanta intriga la vislumbré (aclaro: sólo la vislumbré) una mañana de abril del año siguiente (diez meses después) cuando fui a trabajar con ese grupo ya en 6º grado, para remplazar a la maestra de Ciencias Sociales que había faltado. Había mirado el leccionario y sabía que tenía que dar “mares y océanos”; Valeria me dijo: - ¿Por qué no nos lee un cuento? Sólo atiné a preguntar: - ¿Qué les lea un cuento…?
-          Sí, ahí en la biblioteca del grado hay varios lindos, sí déle.
-          ¿Y por qué me piden que les lea un cuento?
-          ¡Era tan lindo cuando nos leía Juan Salvador Gaviota en Verónica!

Y leí, leí con muchas ganas, emocionado. Por suerte, el timbre que indicaba el recreo coincidió con la última palabra del cuento. Cerré el libro, los vi allí, callados, mirándome, compartiendo, sin duda, mi emoción, y les dije: - Hasta luego, y volví a la Dirección. No hacía falta ningún “comentario”, ni ningún análisis de contenido: el “encuentro”  se había producido ¿qué más podría desear?

Así fue como una actividad no planificada (y me apresuro a aclarar que estoy seguro de que siempre hay que planificar),  con un libro mal seleccionado (y creo que hay que seleccionar con mucho cuidado), que no respondía a los objetivos previstos (y creo que es esencial tener en cuenta los objetivos), inadecuado para la edad (y creo que es indispensable saber mucho de psicología evolutiva para decidir en qué momento se presenta cada actividad) fue exitosa. ¿Por qué?

Porque la lectura en común, comunicándonos, “en comunión”, tiene mucho de misterio y el misterio atrae; atrae a los niños (Y a los adultos, también … bueno …debería atraerlos, sobre todo a los “adultos maestros”). 


martes, 2 de agosto de 2016

Seminario de Mediación escolar - Prof. Isabel V. de Amor


¿Por qué aprender Mediación desde la salas de inicial hasta el ámbito universitario?

Isabel V. de Amor*

*Lic. en trabajo Social
Formación de Formadores en Mediación en el Ministerio de Justicia de la Nación.
Profesora del seminario "Mediación Escolar" que dicta nuestro Instituto y el cual comienza el 27 de Agosto


Frente al desafío de generar una cultura de convivencia pacífica no sólo en las escuelas sino en la comunidad toda, los adultos de la misma necesitamos observar, analizar, reflexionar y diseñar nuevas propuestas que den respuestas a las nuevas necesidades de niñas, niños, jóvenes y adultos convivientes.
Sabemos que, la participación responsable de todos en un marco de derechos, el diálogo entre pares e intergeneracional, la escucha respetuosa, la expresión de sentimientos, la valoración y la empatía, son elementos esenciales para una comunicación no violenta que posibilite el abordaje de las situaciones difíciles en un contexto de cuidado de la persona y observancia de las normas para que las acciones que allí se desarrollen sean pedagógica y permitan el crecimiento de todos.

Pero, ¿Por dónde empezar?
Desde uno de los dispositivos posibles, en este caso, la Mediación Escolar proponemos la  presente capacitación con el objetivo de  aportar algunas pistas para dar ese puntapié inicial al abordaje de las actividades, que brinden a la institución y a los docentes un andamiaje propio y adecuado para la prevención, promoción y atención de situaciones conflictivas, que pueden presentarse en el ámbito  escolar, donde diariamente  conviven distintos grupos etarios, culturas, ideologías, usos y costumbres, promoviendo la construcción conjunta  de un espacio de aprendizaje colaborativo y cooperativo.

Ese espacio “escuela”  que facilite  a todos los miembros  hacer realidad la concreción de sus derechos, con profundo respeto hacia el derecho de los otros.
Ese “tiempo” compartido que genere  un ambiente de solidaridad y bienestar mutuo, facilitador de relaciones más auténticas, donde cada uno pueda ser más quien quiera ser. 
Ese “contexto” en el que  cada  conducta individual o hecho de comunicación  interpersonal o intergrupal,  no derive en situaciones conflictivas de desautorización, provocación, discriminación o de indiferencia, la peor de las violencias.

¿Una institución educativa de nuestro país, tiene posibilidad y capacidad de generar ese medio,  donde cada cual pueda manifestarse tal cual es y las relaciones entre sus miembros permitan una comunicación que enriquezca y habilite a cada uno,  viabilizando el logro  de  los objetivos propuestos dentro del marco la normativa vigente?


Nosotros creemos que sí, y que la propuesta de un programa de MEDIACIÓN ESCOLAR ENTRE PARES ALUMNOS así lo expresa, poniendo a cada comunidad educativa frente a la complejidad de elegir el propio camino institucional para ello.