RECREO II (1)
La letra con sangre entra,
pero con sangre del que enseña (2)
Por el Lic. Jorge Fasce
Este fue el título de una nota periodística que me impresionó
profundamente allá por 1960.
Su autor no era pedagogo ni la publicación especializada en educación. La revista era El
Gráfico y el periodista se llamaba Dante Panzeri.
Yo recién me había recibido de maestro, trabajaba como docente de 7º
grado en una escuela del barrio porteño de Palermo y estudiaba Ciencias de la
Educación en la Universidad de Buenos Aires.
Nadie me había dicho tan claramente que se trataba de eso: de dar el
alma, de poner todo, de darse, de
entregarse. Lo había vislumbrado en la Escuela Normal, lo iba sintiendo en la
Facultad y lo gozaba y sufría en el colegio "Provincia del Neuquén"
de Córdoba y Pringles; pero nunca lo
había visto tan nítidamente expresado.
Aquellos "Gráficos" de Panzeri (era el director) me
enseñaron (como no lo había hecho la escuela secundaria) a leer críticamente, a pensar con sagacidad,
a no aceptar porque sí cualquier afirmación
sentenciosa, a cuestionar la vulgaridad de un refrán: "La letra con sangre
entra". ¡Qué horror! ¡Pero qué lugar tan común por aquellos años! (¿Ahora
no?).
Aquel periodista me había develado lo que se ocultaba en el dicho
popular, lo que no se decía: no hay docencia sin entrega, no hay aprendizaje
sin la potencia (no hablo de
omnipotencia) del que guía, del que orienta. Porque no hay alumno sin el
deseo de enseñar de un maestro.
Además, Panzeri era más que
eso: un hombre honesto, de principios profundos, elevados y sólidos. Un
hombre coherente, a veces hasta la inflexibilidad, en sus valores, en
sus creencias, en sus actitudes, en sus conductas: una vez recibió de la empresa editora, la orden de publicar un artículo autoelogioso del
ministro de economía de la Nación,
escrito a partir del análisis de
una recaudación abundante de un Boca-River. Para hacerlo, puso como condición que el
ministro le cediera uno de sus habituales y semanales espacios televisivos en
los que el funcionario exponía los logros de su política económica, para poder
opinar él, sobre ese tema. Como la contrapropuesta,
obviamente, no fue aceptada y la presión de la Editorial se sostenía, renunció.
Renunció a lo que había sido el sueño de toda su vida: ser el director (máxima
aspiración profesional de todo periodista deportivo entre las décadas del 30 y
del 70) de la revista deportiva más
importante de toda iberoamérica .
En esos primeros momentos de
maestro y de estudiante de Ciencias de la Educación, con sus principios,
Panzeri me enseñó honestidad. Con su coherencia, me guió para ser íntegro.
Con su capacidad crítica, me reveló el valor del análisis sagaz. Con
su audacia, pude probar mi pequeña, humilde y tímida valentía. Con su escritura
precisa y elegante, pude intentar expresarme con vocabulario y sintaxis
correctos. Leyendo El Gráfico de los 50
y 60, encontré el placer de leer.
Después de 50 años de docencia, puedo decirle a mi maestro (aquel
maestro sin aula, sin escuela, sin textos académicos, sin clases, sin
conferencias), a aquel maestro que me brindó en mi juventud, aportes esenciales
para mi formación profesional y personal: -
Tenía razón Dante, "la letra con sangre entra, pero con sangre del
que enseña".
Epílogo post facto sobre los extraños caminos de la amistad.
Desde 2007, dirijo la Carrera de Periodismo Deportivo de River Plate,
junto con los periodistas deportivos José Luis Barrio y Gonzalo Bonadeo.
Un día, mientras tomábamos un café en la confitería del Club, dije que
“…supe tener la colección completa de El Gráfico mientras lo dirigió Dante
Panzeri”. Gonzalo me preguntó por qué ya no la tenía. Le expliqué: - Mi madre
se la había vendido a un “botellero” porque ocupaba mucho lugar y juntaba
“bichos” (sin mi autorización, claro).
Unos días después, Gonzalo se apareció con varios tomos encuadernados
de El Gráfico, los correspondientes a los dirigidos por Panzeri (eran de su
colección personal) y me los regaló: -
“No puede ser que no los tengas habiendo
admirado tanto a Dante”.
Me resultó conmovedor que Gonzalo tuviera tal muestra de afecto y
generosidad cuando hacía apenas un año que nos conocíamos.
Buenos Aires, 24 de enero de 2008.
(1)
Del libro
“Dirigir una escuela. Teoría y ética de una pasión y de un oficio”. 12ntes
editores, Bs. As. 2014.
(2)
Este
trabajo fue escrito para un concurso que realiza cada año para el día del
maestro la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES). Pueden
participar, solamente, los docentes de la Institución y se llama “Mi maestro
más querido”. El premio para los trabajos ganadores es que la versión en
acrílico se coloca en una de las paredes del aula magna. Una magnífica idea
toda, que sugiero para todas las instituciones educativas que se atrevan. Este
trabajo fue ganador en 2004.