lunes, 9 de febrero de 2015

Nuevo Inicio, Nuevos (y viejos) debates


Estamos cercanos a comenzar las clases, a volver a reunirnos con nuestros colegas, con nuestros alumnos… Cada comienzo llega con muchas expectativas y ganas e ideas renovadas. 

Imagen extraída de Google

En esta publicación nos interesa plantear reflexiones con las que estamos en deuda (podríamos animarnos a decir). Con este propósito, nos encontramos con un artículo muy interesante en la web de la revista “El Monitor”* en el que, Ines Dussel nos comparte algunas preguntas y respuestas en torno a la reconfiguración de las distancias en la educación.

Frente al nuevo contexto en el que, como docentes y alumnos, estamos inmersos, nos preguntamos ¿Qué cambios están pendientes en nuestras aulas? ¿Qué podemos hacer frente a las nuevas tecnologías y los medios digitales para enriquecer nuestras prácticas cotidianas?

La autora del artículo trae a colación las reflexiones de Serres, un filósofo que ha publicado “Pulgarcita”, donde se plantea que en estos tiempos la escucha parece ser un símbolo de pasividad, y la desatención se convierte en una patología. Parecería que el “Ser alumno” como nosotros lo conocemos, sentado en los banco, mirando al frente y escuchando ya ha pasado de moda y es característico de una mala pedagogía. Esto tiene su contraposición en las ideas de muchos educadores sobre un aprendizaje activo, pero se trata de desmenuzar esta forma de aprendizaje y pensarla en clave de mejorar “lo que tenemos” y no solo de unirse a un planteo sin fundamentos teórico ni prácticos.

Por ello, es interesante las preguntas que se hace Dussel, “(…) ¿qué consecuencias tiene el no plantear distancias entre los tipos de conocimiento, o en los vínculos pedagógicos? ¿Qué consecuencias tiene despreciar la escucha como un momento del aprender? ¿Pueden todos hablar todo el tiempo? ¿Quién escucha entonces?”

Debemos pensar el trabajo en el aula tanto con la proximidad como con la distancia. Esto significa que podemos proponernos interacciones que estimulen la presencia entre nuestros alumnos; y crear un espacio para la distancia crítica, a partir, como explica la autora, “(…) de convertir lo próximo en extraño y lo extraño en próximo, y de abrir espacios de conversación en el aula sobre estas nuevas condiciones para la distancia y la atención en la cultura digital.”

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