Sabemos que las actividades de los directivos son numerosas y variadas. En uno de los Módulos del Seminario "Directivos en Acción" que dicta la Prof. Marisel Panaia en nuestro Instituto se les propone a los directivos realizar interesantes ejercicios para analizar las planificaciones y actividades de los docentes a cargo. Les dejamos una de ellas y los invitamos a ponerlo en práctica.
1.- Leer el siguiente
relato.
2.- Realizar la
experiencia de preguntar a los alumnos del último año/grado cómo
aprendieron un tema que les parezca
importante. (Por lo menos tres)
3.- Elaborar estrategias de asesoramiento para
los docentes que generaron esas experiencias.
El
maestro de mi pueblo en la postguerra
“Asistí en una ocasión a una obra de teatro titulada El florido
pensil.
En ella se reproducían una serie de
escenas de cómo eran las escuelas de
postguerra de los años 1940 y siguientes. En ese año de 1940 yo tenía seis años
y asistía a la escuela de mi pueblo. En aquella obra de teatro ser reproducía con bastante verosimilitud mucho
de lo que yo recordaba de mi colegio.
En primer lugar, me llamó la atención que en la primera escena se veía una pizarra en la
que estaba escrita en perfecta caligrafía la frase. “Ahí fuera hay un niño que
dice ¡ay!”. Esta misma frase la había
visto escrita en la pizarra de mi clase y tuvo que ser copiada por los alumnos
muchas veces. En ella se sintetizaban las tres formas ortográficas del morfema
“ay”. Esta misma frase la había visto escrita en la pizarra de mi clase y tuvo
que ser copiada por los alumnos muchas veces. En ella se sintetizaban las tres
formas ortográficas del morfema “ay”, según sea adverbio (ahí), verbo haber
(hay) o interjección (¡ay!).
A partir de este contexto se suceden las demás escenas: el
momento en que viene a la escuela el cura párroco del pueblo, el momento en que
nos adoctrina el representante del Movimiento nacional, las formas de actuación
didáctica de los maestros… En todas ellas, reconocía, desde la lejanía del
tiempo, la escuela a la que yo asistí.
Frecuentemente he expuesto
el desarrollo de una clase de entonces. Personificaba mi exposición en
un maestro concreto, que se llamaba don Ricardo, el cual no era maestro. Se
trataba de un chico del pueblo que había realizado algunos estudios.
Posteriormente supe que trabajó como administrativo en el ayuntamiento.
Este señor entraba en el
aula. Todos los niños nos poníamos de pie mientras decíamos “Buenos Días, don
Ricardo” Él, mientras se dirigía a su
escritorio, echaba una inquisitiva mirada a los niños y se sentaba.
Nosotros nos sentábamos igualmente, a la
voz de: “pueden sentarse”.
El maestro abría “la enciclopedia - libro escolar en el que se compendiaban
todas las asignaturas – y pasaba las hojas hasta que nos ordenaba abrir el
libro por la página 50. “El nombre sustantivo”. Decía “Estudien las páginas
50.51 y 52. Dentro de 30 minutos
preguntaré”.
Se oía el ruido de las hojas mientras los niños se
situaban en las páginas indicadas. Luego se
producía un silencio. El maestro, entonces abría su periódico y leía
para sí. De vez en cuando, levantaba la vista por si alguien se desmadraba, en
cuyo caso el “reglazo” era inevitable.
A la media hora nos ordenaba cerrar los libros. Comenzaba a
nombrar alumnos, preguntándoles los contenidos
de la lección: “Fulano, qué es nombres sustantivo”
Mengano “clase de sustantivos”…
Y así sucesivamente, Todos agachábamos la cabeza intentando que
no se acordara de nosotros. El temor al “Palo” recorría la mente de los niños.
Después de las diversas preguntas y
reglazos, indicaba que hiciéramos los ejercicios número 1 a 8 del libro. Y así iba
pasando la clase. Hasta la deseada hora del recreo.
Éstos son los métodos
didácticos y formas organizativas de aula – supongo que habría excepciones- que se practicaba en
la escuela de postguerra y que las escenas del teatro corroboraban. Todos
aprenden lo mismo, de la misma manera y al mismo tiempo. Por supuesto que para
eso no es necesario ser maestro y estudiar una carrera.
Para ejercer en la escuela de hoy se requiere mucha más
preparación en conocimientos, habilidades y prácticas de métodos de enseñanza,
conocimientos de los mecanismos de aprendizaje y de conducta de los niños, de
las formas más eficaces de organizaciones de un aula y de las técnicas
grupales. Una escuela de hoy, que sin
duda debe ser una escuela para la diversidad, requiere otras concepciones y
otras realidades de ejecución.
Es cierto que la escuela de hoy ha evolucionado y mejorado
mucho, pero, tal vez, no tanto como la sociedad requiere y los padres desean.
Cuando pregunto a los alumnos universitarios
que describan los métodos con los que ellos aprendieron la lectura, la escritura,
el cálculo y las formas de relación convivencia dentro del aula, se constata
muchas costumbres docentes que debieran
estar desterradas y modificadas por otras mucho más motivadoras y eficaces.
Sin caer en el error de achacar todos los males de los alumnos
maestro, también es cierto que muchos males
actuales (indisciplinas, rebeldías, acoso a compañeros, baja asimilación
de contenidos…) podrían rebajarse y, a veces, eliminarse con mejores métodos de
actuación pedagógica en las aulas.”
Garrido Landívar, Jesús
(2010) “Las ranas y el efecto Pigmalión. 43 relatos para una escuela y una
sociedad inclusivas. Editorial Grao. Barcelona España.